Representación de las relaciones de poder en la narrativa salvadoreña contemporánea

Doutor(a):

Melania

Gentile (UDC)

Título:

Representación de las relaciones de poder en la narrativa salvadoreña contemporánea

Director(a):

Profa. Dra. Eva Valcárcel López

Resumo:

Mi trabajo quiere investigar las relaciones de poder en la literatura contemporánea centroamericana. Mi proyecto surge de la idea de que esta, aunque definida por muchos académicos de “ficción”, logra aún cuestionar “las estructuras hegemónicas del poder” (Cortez, 2010: 89). Antes de la guerra civil, la literatura salvadoreña (y centroamericana) estaba orientada hacia la denuncia social y política. Los escritores e intelectuales luchaban por una sociedad más justa y utilizaban la escritura como arma para derrotar el poder. La literatura testimonial, por ejemplo, nació para dar voz a todos los que habían sufrido acosos y no tenían los medios para denunciar. La literatura tenía como objetivo la denuncia social. Sin embargo, después del conflicto (1980-1992) la literatura cambia. Los intelectuales empiezan a tener una actitud más “cínica\" y “desencantada”. Ya no se preocupan más por la denuncia social y ya no luchan para cambiar las cosas. Se han dado cuenta de que ni siquiera la guerra sirvió para renovar y mejorar la sociedad: el País sigue siendo pobre e injusto. En este clima de desilusión, las temáticas de los cuentos son totalmente diferentes. Los escritores y sus personajes no quieren ser modelos porque no se reconocen en esta sociedad. Las expectativas han fallado y no queda más que sufrimiento y fracaso. Entre los autores que pertenecen a esta generación desencantada, encontramos a Horacio Castellanos Moya (1957), Jacinta Escudos (1951) y Claudia Hernández (1975). A una simple lectura de estos autores, se puede comprobar que ellos, aparentemente, no tratan el tema de la guerra, ni hablan de la sociedad o de la violencia generalizada, ni aparecen en sus cuentos mensajes de esperanza o de cambio. Parece que solo cuentan relatos fantásticos, que no tienen nada que ver con la realidad contemporánea. Sin embargo, si investigamos niveles semánticos más escondidos, e interpretamos las metáforas y alegorías presentes en sus textos, nos damos cuenta de que los escritores están ocultando, en realidad, un gran discurso sobre el poder y sobre la sociedad corrupta y violenta de El Salvador. Cuando hablamos de poder, tenemos que dar una definición. La idea a la que hago referencia nace en los debates del Novecientos, en particular de la idea de Foucault de que el poder no coincide solo con las instituciones en las que generalmente lo localizamos (como cárceles o gobiernos), sino que también tiene una forma inmaterial y virtual, como una aura (ideológica y lingüística) que se disemina donde hay relaciones sociales. En el mundo globalizado se impone como concepción del mundo y de sus valores, difundiéndose por el sistema mediático y educativo (a través de la publicidad, por ejemplo, o de la propaganda). En Centroamérica, en cambio, el poder tiene aún dos caras: por un lado conserva los tradicionales rasgos autoritarios y se expresa como represión política y militar (véase la élite económica latifundista o los gobiernos que reprimen las manifestaciones con sangre). Por el otro lado, se expresa también como lenguajes, ideologías y modas. Pero la idea de la globalización y del neoliberalismo puede funcionar en países industrializados y ricos, no en países (como el Salvador y el Guatemala) donde la mayoría de los ciudadanos aún vive en cabañas y trabaja como “esclavos” en las fincas. La falta de dinero y la necesidad de homologarse al modelo globalizado lleva a los jóvenes a unirse en las pandillas criminales, para obtener poder y dinero fácil. Esta idea es la premisa de mi proyecto de investigación. Pretendo averiguar si, efectivamente, Moya Hernández y Escudos hablan de poder. Si esta narrativa, sin ser una explícita denuncia de los males de la sociedad centroamericana, la representa, utilizando un género que es muy diferente de la literatura de denuncia. Mi objetivo es destruir la convicción de que la literatura de denuncia termina con la guerra: la literatura que habla de denuncia social no se acabó, se reinventó. Comunica de manera diferente y solo el lector más atento puede entenderla.

Entrada no programa:

2016-2017

Data da defesa: